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domingo, 15 de julio de 2012

EL GRAN LOBO BLANCO

LEYENDA DEL GRAN LOBO BLANCO



Hace mucho, muchísimo tiempo, tanto, que ya solo está en la memoria de los más ancianos del lugar, como si de una vaga nebulosa se tratase, sucedió este hecho que os voy a relatar. Dice esta leyenda, que, por los rincones más escondidos de la Sierra, vagaba un majestuoso Lobo. Todo esto no tendría absolutamente nada de especial, si no fuera porque se trataba de un Lobo que poseía un tupido y brillante pelaje completamente blanco. Lo cual, en la oscuridad de la noche, le confería un aspecto un tanto espectral y misterioso, asustando a unos y fascinando a otros, de los pocos que tuvieron la ocasión de verle.
Es muy cierto que en todos en los pueblos de la Sierra se conoce la historia del Gran Lobo Blanco. Se dice que fue encontrado, siendo un cachorrillo, por uno de los Pastores Trashumantes, que todos los años cruzan de parte a parte la Majestuosa Sierra que existe en las tierras que me vieron nacer y crecer. Realmente lo encontraron los perros que cuidaban del numeroso rebaño. Pero, curiosamente, en vez de matarlo, como era su natural inclinación, estaban todos rodeándolo, como asombrados del extraño y casi luminoso color de aquel animalillo. Seguramente, abandonado por su manada.
Tenía pinta de lobo, olía a lobo, pero tenía color de corderillo, y no estaba protegido por ninguna de las numerosas manadas que enseñoreaban la Sierra, causando el temor de pastores y rebaños.
El sorprendido pastor, lo cogió y lo bajó al campamento en el que habían decidido aposentarse a descansar aquella noche de azulada y redonda Luna Llena. Lo llevó a uno, poniéndolo a mamar de una oveja. Parece que el hambre era grande pues la idea funcionó.
El tiempo pasó y el pequeño lobo creció. Cuando ya tenía el tamaño de un cordero iba al monte con las ovejas. Incluso llegó a realizar alguna travesía trashumante, acompañando a pastores y rebaños, mezclándose con éstos, y, por el límpido color albino, a fe que parecía un cordero más.
Se había criado entre ovejas, así que actuaba como una de ellas. Incluso, cuando el rebaño era atacado por los lobos, también él buscaba refugio mientras los perros luchaban.
Pero el tiempo pasó. El Gran Lobo Blanco creció, como corresponde a los su raza. Aunque su piel seguía siendo de inmaculado color blanco. Tenía unos extraños ojos que llegaban a inspirar miedo. En el pueblo los perros ya no le respetaban como cuando era cachorro, siendo frecuentes las peleas en la que se veía inmerso, que manchaban de roja sangre su blanco pelo.
 Poco a poco se fue alejando del rebaño y ya no lo acompañaba ni venía al pueblo por la noche. Por haber pasado parte de su vida en el pueblo, su aullido era muy conocido y cuando en la sierra aullaban los lobos, a él todos los lugareños de todos los pueblos y aldeas de la Sierra, así como los pastores trashumantes que transitaban por ella, lo distinguían.
El pastor que lo había encontrado siendo un cachorrillo, seguía teniéndole mucho cariño. Le llevaba comida. Cuando algún cordero moría, se lo llevaba para que le sirviera de alimento. Nunca se supo que atacara a alguno de los muchos rebaños que transitaban por la Sierra. El Gran Lobo  era un huérfano solitario y errante, que solo encontraba paz y cariño, en compañía con el pastor y de sus perros, ya que ellos le seguían respetando.
Fueron pasando los años, y, en cierta ocasión, unos bandidos asaltaron el rebaño en un angosto lugar de la Sierra. Como el pastor ofreció resistencia, después de conseguir inmovilizar a los perros, sujetándolos fuertemente con cuerdas a unos árboles cercanos, se pusieron a darle una brutal paliza. En esto, los caballos de los bandidos empezaron a relinchar nerviosos y asustados, como si adivinaran un peligro que se acercaba. Esto logró que los bandidos detuvieran su inhumana paliza. De pronto, como si de un furibundo espíritu blanco se tratara, apareció de entre los piornos el Gran Lobo Blanco, que se lanzó al cuello del jefe. La sangre manaba a borbotones de la herida, sin que los demás apenas tuvieran tiempo de reaccionar. Lo cual aprovechó el Gran Lobo  Blanco para saltar al cuello de otro bandido. Los demás huyeron, presas de un inusitado terror, en la creencia de que estaban siendo atacados por un vengativo Demonio Blanco, venido de las profundidades del Infierno.
El pastor, siendo ya un anciano, contó la historia del Gran Lobo Blanco, tal como la conocemos, poco antes de que la descarnada Figura de la Guadaña, viniera para segar su vida. Contó que al menos habían sido diez los bandidos a los que había dado muerte el Gran Lobo Blanco cuando acudió en su auxilio. También dijo que cuando sus paisanos fueron a la Sierra, encontraron los cuerpos de siete desconocidos, todos ellos con la marca del Gran Lobo Blanco en sus desgarradas gargantas.
Nadie más volvió a ver al Gran Lobo Blanco, pero, escondido en lo más recóndito y angosto de la Sierra, durante mucho tiempo lo siguieron oyendo aullar. Los más ancianos de la comarca serrana, en su extraña sabiduría, dicen que el espíritu del Gran Lobo Blanco, es el Guardián Protector de los Pastores Trashumantes, así como de los rebaños que transitan por la Sierra.

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